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Nancy Rodríguez

Ser madre dentro de una cárcel cubana

Por Isabel M. Echemendía Pérez


Nancy recuerda con pavor el ruido de las rejas y los candados de la cárcel, un ruido que aún le perturba en su mente. “No olvido cómo los guardias tiraban las puertas con el único propósito de molestar a las mujeres embarazadas y a los bebés recién nacidos; fue una cosa terrible”, rememora Nancy Rodríguez, a quien procesaron por compra y consumo de drogas en 2003.


La mayor parte de su condena estuvo recluida en la prisión La Granja 5 de Camagüey donde, cuando se embarazó en 2006, la trasladaron al área materna. A diferencia de las celdas comunes, en estas áreas a las reclusas se les daba acceso a una cocina de gas licuado y a un refrigerador para poder mejorar la comida y conservar los víveres. Sin embargo, sólo tenían agua dentro del baño, por lo que debía cargarla para poder lavar y hacer otras labores.


Los alimentos para las embarazadas no representaban una dieta saludable como requieren las gestantes. Realmente eran muy similares a los de una reclusa común. En una ocasión, durante una visita de jefes en la prisión, ella misma se encargó de denunciar cómo se les estaba negando la dieta a las futuras madres. Lo mismo ocurría con el acceso a los servicios médicos; casi siempre tenían que insistir para que las llevaran a los turnos médicos. Nancy, embarazada, perdió consultas porque no había combustible para transportarla.


Cuando se le presentó el parto, el 9 de septiembre de 2007, la trasladaron al hospital materno de Camagüey, pero a las 48 horas de haber dado a luz la retornaron junto a su bebé a prisión.


Allí su hijo casi muere. Con apenas un mes y diez días de nacido, Víctor empezó con una tos pequeña que, poco a poco, se fue agudizando. Debido a la alta humedad de las celdas, el bebé contrajo una neumonía y empezó con una broncoaspiración.


En medio de la asfixia del pequeño, ella empezó a reanimarlo mientras les pedía a las demás reclusas que gritaran: “¡Guardias, guardias! ¡Muchachitas, toquen candado, toquen candado!” Así fue cómo en medio del ajetreo llamaron la atención de las oficiales y empezaron a abrir las celdas.


Nancy salió corriendo con su hijo en brazos y logró llegar a la oficina de la jefa para pedir ayuda. Una vez en el hospital, suplicó para que los dejaran ingresados mientras durara el tratamiento. Ella era consciente de que si los mandaban para la prisión, su niño no iba a mejorar.


Nancy cumplió cuatro años y casi cinco meses en prisión, a pesar de que la libertad condicional le correspondía a los tres años y dos meses. La liberaron poco después del incidente. A diferencia de sus compañeras de celda, no le quitaron a su hijo. No tuvo que sufrir esa separación establecida cuando el bebé cumple un año. A los hijos de las otras reclusas les asignaron un tutor legal o esperaron por sus madres en hogares de niños sin amparo filial. Sin embargo, Víctor nunca ha estado lejos de Nancy: “Es muy duro que te quiten a tu bebé y que te lo lleven una vez al mes o cada 45 días, según te toquen las visitas”.


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